Una nueva norma para las redes de defensa y espaciales
Es un secreto a voces que Internet, las redes sociales y los Smartphones han alterado los mercados y cambiado la forma en que las personas se comunican en todo el mundo. La adopción de estas tecnologías en todas partes ha sido sobrecogedora. Hay 3.400 millones de usuarios de Internet en todo el mundo y 2.000 millones de personas en las redes sociales. Actualmente, más de 2.000 millones de personas utilizan los Smartphones y se espera que para 2020 más del 70 por ciento de la población mundial ―6.100 millones de personas― utilice Smartphones.
Dada la universalidad de estas tecnologías, era inevitable que el ciberespacio, las redes en línea y el espectro de comunicaciones se transformasen en un terreno estratégico esencial para nuestra defensa nacional ―donde se compite con tanta dureza y a la cual se apunta como en un campo de batalla tradicional―. También era inevitable que el espacio ―donde los satélites manejan unas cantidades cada vez mayores de datos de comunicaciones comerciales y militares de todo el mundo― se convirtiesen en el próximo foco de atención para las grandes potencias mundiales.
Operar de manera eficaz en estos ámbitos en continua evolución no solamente requiere nuevas formas de pensar por parte del Pentágono, sino redes seguras y sólidas que puedan soportar el tipo de conocimiento de la situación, el análisis y la toma de decisiones característicos de los actuales cibermilitares, así como de los soldados que están sobre el terreno.
Tanto en los mercados civiles como militares crece la demanda de redes fiables y de comunicaciones con un alto rendimiento, y se está produciendo una transformación digital en el espacio y en tierra que proporcionará redes que aseguren el control del espectro. Asistimos a una carrera de los datos semejante a la carrera armamentística y la segunda posición no es de recibo.
Evolución de las comunicaciones en red
Las redes de mando y control deben reforzarse y adaptarse mejor en el campo de batalla; así pues, la tecnología debe ser más inteligente a la hora de transmitir en el momento oportuno los datos correctos, tanto de campo como las órdenes, al margen de dónde se hallen.
Las redes básicas más eficaces que soporten estas capacidades serán seguras y dinámicas, si bien es cierto que deberían evitar los sistemas patentados y decantarse por las arquitecturas abiertas. Estas redes también deben ser independientes de las plataformas. Así pues, tanto si es digital como de la Web, analógica, terrestre o basada en los satélites, la red no tendrá fisuras para el militar, cuya única preocupación es la capacidad para enviar y recibir comunicaciones de forma fiable y segura en los entornos más difíciles.
Thales ofrece actualmente tecnologías con ese propósito y se replantea las redes futuras con el fin de suministrar más información en tiempo real en los ámbitos empresarial y de los escuadrones, lo cual permitirá decisiones acertadas que se fundamenten en una información pertinente.
Esta capacidad debe existir tanto en el plano civil como militar. Cuando una aeronave de combate opera en el espacio aéreo compartido con aviones civiles, es importante que cada uno mantenga la integridad de la red. Las aeronaves militares deben ser capaces de transmitir datos seguros al mando sin interferir en las operaciones y las aeronaves civiles, todo ello manteniéndose la seguridad de las operaciones sin comprometer la eficacia militar.
El programa Link-16 del Departamento de Defensa proporciona esta capacidad. Thales fue una de las dos empresas que recientemente obtuvo un contrato para realizar actualizar el Link-16 Pulse Deconfliction Server del Departamento de Defensa. Thales proporcionará la solución de software para supervisar el espectro cuando se transmitan datos tácticos en el espacio aéreo ocupado por naves militares y/o civiles.
El ejército de EE.UU. maneja más de 15.000 terminales del Link-16 que muestran una imagen táctica común a las fuerzas aéreas, terrestres marítimas y de operaciones especiales durante los entrenamientos de combate. Los sistemas de datos tácticos, como Link-16, desempeñan un papel operativo clave desde la detección de amenazas hasta el despliegue de respuestas.
Desde 2004 Thales también ha equipado al ejército de EE.UU. con más de 20.000 radios Rifleman, el aparato de radio para soldados más avanzado y de eficacia probada del mercado. La Rifleman envía simultáneamente voz y datos proporcionando unas comunicaciones en red seguras entre escuadras e información sobre la situación al soldado con ventaja táctica en el campo de batalla.
Thales es el segundo mayor proveedor mundial de comunicaciones de defensa por radio, y nuestros sistemas de información y guerra electrónica se han vendido en más de 30 países. No obstante, el soporte de estos sistemas exige nuevos grados de seguridad en la red, capacidad y disponibilidad. Gran parte de esta nueva capacidad procede de una nueva frontera de la defensa: el espacio.
Tecnologías de satélite perturbadoras: En el espacio y en tierra
Los grandes proveedores de telecomunicaciones e ISP que desean expandir las redes buscan nuevas tecnologías menos propensas al riesgo y están dispuestos a invertir en nuevas redes de satélites. Se calcula que 40 empresas comerciales lanzarán 550 satélites antes de 2025, la mayoría para sustituir la capacidad de comunicaciones actualmente en órbita. Esto representa un 60 por ciento más de actividad que en la pasada década en los sectores de fabricación y lanzamiento de nuevas capacidades. Al mismo tiempo, el Pentágono se está planteando seriamente la posibilidad de contar con constelaciones de satélites más sólidas y flexibles debido a la preocupación ante las armas antisatélites, los costes y la fiabilidad.
En 2013, después de que China lanzase un cohete que alcanzó una altitud superior a las 22.000 millas ―el punto donde orbitan los satélites de seguridad nacional más sensibles de EE.UU.―, los funcionarios del Pentágono oyeron lo que el Washington Post denominó una importante «llamada para despertarse» y aprobaron programas para comenzar a proteger el «bien más valioso del espacio.»
En un cambio estratégico, el Pentágono comenzó a abandonar los satélites multitarea que ofrecen grandes objetivos a los adversarios de EE.UU., y en su lugar trató de ampliar sus capacidades por medio de satélites más pequeños y menos caros ―un enfoque denominado desagregación―.
Hoy día, nuestras tecnologías están permitiendo la desagregación. Por ejemplo, Thales es el principal contratista para la iniciativa Iridium NEXT. Programada para entrar plenamente en servicio en 2017, Iridium NEXT será la mayor constelación mundial de satélites de telecomunicaciones situado en una órbita baja. Está diseñada para ir sustituyendo la actual constelación Iridium y añadir al mismo tiempo nuevas funciones para los servicios móviles mejorados. La constelación se apoya en 66 satélites operativos repartidos en 6 planos orbitales de 11 satélites cada uno, más seis repuestos en órbita y nueve en tierra, lo cual suma un total de 81 satélites.
En Iridium NEXT, el enrutamiento de las comunicaciones no se hace mediante una red terrestre, sino de satélites reticulares según una arquitectura de malla «inteligente». Este diseño asegura una cobertura global prescindiendo al mismo tiempo de la necesidad de unas redes terrestres de telecomunicaciones. Este enrutamiento «inteligente» en órbita es posible gracias al uso de ordenadores que integran las más avanzadas tecnologías de software. Esta independencia frente a cualquier red terrestre permite que el sistema de Iridium resista las interrupciones. Iridium NEXT ofrecerá mayores velocidades de datos, asignación flexible del ancho de banda y enrutamiento basado en IP, lo cual convierte a Iridium NEXT en un recurso espacial en manos privadas aunque muy importante para las futuras operaciones civiles y militares.
De vuelta en la Tierra, Thales también desarrollará y fabricará la tecnología terrestre para el servicio de banda ancha Iridium Certus que prestará Iridium NEXT. Iridium Certus soportará una cartera de productos multiservicios fabricados por socios con una amplia gama de velocidades de datos. Las velocidades iniciales de datos alcanzarán los 352 kb/s y contarán con un servicio de voz que funcionará al doble de velocidad que el actual Iridium. Eventualmente, las velocidades de datos alcanzarán nada menos que los 1,4 megabits por segundo en cada terminal de usuario una vez completado el despliegue de Iridium NEXT.
La iniciativa Iridium NEXT refleja que la realidad va más allá en el espacio comercial y gubernamental, y que el futuro de la tecnología de las comunicaciones a través del espacio reside en los satélites de alto rendimiento (HTS). El año pasado, el mercado total mundial de satélites comerciales fue de un 53 por ciento para los no HTS, un 35 por ciento para los mixtos y el 12 por ciento para los HTS. Es probable que la proporción de los HTS se duplique en el mercado durante los próximos años con el impulso de la demanda de datos por parte de los gobiernos y los consumidores.
Así pues, los datos de observación terrestre de la NASA alcanzaron los 9 pentabytes en 2014, suma 6,4 terabytes de datos a sus archivos y distribuye cada día 28 TB de datos a 11.000 usuarios exclusivos. En el plano comercial, se prevé que los abonados a la banda ancha comercial por satélite lleguen a los 6,5 millones en 2023 y que la demanda de ancho de banda ronde los 1,2 Tbps.
Para satisfacer la demanda de alto rendimiento, Thales trabajará en plataformas de satélites más pequeñas y flexibles que sus predecesoras sin sacrificar por ello los resultados. Nuestro Spacebus NEO es solo un ejemplo de satélite con capacidad de múltiples lanzamientos, competitivo y flexible. En 2015, se escogió a Thales para que proporcionase un nuevo HTS basado en la plataforma Spacebus NEO para la banda ancha destinada a usuarios de África. El satélite, cuyo lanzamiento está programado para 2019, proporcionará una capacidad de 75 Gbps en una red que dará una cobertura casi completa al África subsahariana.
Con Thales llevando tantas nuevas oportunidades al espacio cabe esperar que estas aporten nuevas capacidades de transformación a nuestros clientes militares y comerciales, unas capacidades que deberán ser seguras.
Ciberseguridad/Acceso controlado
Las personas y los negocios desean estar conectados allí donde vayan, tanto si es para experimentar una sensación de seguridad cuando viajan como si es para hacer un seguimiento y gestión de activos comerciales o incluso para estar conectados en los lugares más recónditos del mundo.
Pero la preocupación por la seguridad no desaparece. El diez por ciento de los consumidores no confía en que la seguridad de sus datos esté protegida en Internet y, por tanto, jamás comparte información. El cuarenta y cuatro por ciento de los consumidores no siempre confía en la seguridad de sus datos personales, de modo que cuida lo que comparte y qué páginas Web visita.
También el Pentágono está preocupado por la seguridad, ya que las redes están creadas para enlazar el IoT (Internet de las cosas) ―un fenómeno de tecnología global del cual se espera que conecte 20.800 millones de artículos para 2020―. Richard Hale, jefe adjunto de información de ciberseguridad en el Departamento de Defensa dijo en unas declaraciones recientes al National Defense que: «El Internet de las cosas ―especialmente a medida que vamos siendo más autónomos y todas esas cosas― es una especie de sistema de control en tiempo real que tomará decisiones totalmente equivocadas si la información no es la correcta o no procede de una fuente fiable.»
El Secretario de Defensa, Ashton Carter, también hizo hincapié en el problema que plantean los entornos «limitados por el ancho de banda». «La aversión al riesgo de muchos militares se fundamenta en el hecho de que si los sistemas fallan, las personas mueren», explicó. «Nadie quiere llamar a la asistencia del IoT desde una trinchera y decir: “Oiga, que no me funciona el Smartphone [y] no puedo cumplir la misión”.»
Estos riesgos para la seguridad se deben contener tanto en el ámbito militar como en el civil, y son riesgos que Thales comprende muy bien.
La proliferación de comunicaciones en red debe ir de la mano de una seguridad perfeccionada. Esta es la única forma de asegurar que las redes habilitadas puedan «procesar» realmente los datos en el campo de batalla sin que haya interferencias de los «ojos chismosos» del contraespionaje.
El hardware, el software y las redes deben controlar sus entornos de manera efectiva sin ser demasiado engorrosos, y al mismo tiempo controlar con eficacia el acceso. La red debe ser fiable a la hora de hacer su trabajo tanto si se trata de observar la tierra como si hablamos de comunicaciones tácticas.
Beneficios para el usuario
En última instancia, los usuarios finales militares y comerciales se beneficiarán del acceso a los datos en tiempo real ―incluso en zonas remotas― para obtener unos conocimientos más fieles de la situación y redes flexibles y potentes que mantengan la eficacia y la seguridad operativas. Pero en primer lugar necesitamos el ancho de banda para llegar a los dispositivos sin importar dónde estén y en unos entornos altamente seguros.
Los satélites irán proporcionando cada vez más este ancho de banda, y en el punto de recepción habrá un usuario que cuente con dispositivos que tengan un mayor grado de autonomía para una toma de decisiones tácticas más dispersas y automatizadas.
Hoy día, los efectivos sobre el terreno aún se enfrentan a una conectividad limitada a Internet, lo cual constituye «un grave obstáculo» según Curtis Dukes, director de la división del aseguramiento de la información de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU.
Citando al Secretario de Defensa de EE.UU., Carter: «Aumentar la conectividad en grandes volúmenes para alcanzar la ventaja táctica exigirá inversiones en nuevas generaciones de satélites de comunicación y potenciar los satélites comerciales.»
La tecnología ya está aquí para llevar a cabo la transformación digital de las redes militares y comerciales, pero corresponde a los operadores de los sistemas y a los políticos presionar para que sea adoptada.